Durante cinco días seguidos, desde el sábado 22 al jueves 27 de septiembre, diez alumnos españoles de la ciudad de Benicarló, hermanada con Saint Pol de Léon, convivieron, en plena inmersión lingüística, con familias francesas del colegio Sainte Ursule.

Llegaron el sábado entrada ya la noche, sobre las 22h, cansados del viaje, así que solo quedaban tiempo y fuerzas para picar algo y acostarse a dormir. El domingo los alumnos pasaron el día con las familias francesas; cada cual tenía previstas distintas actividades: desde un paseo a caballo o una tarde de compras hasta una sesión de surf en el Atlántico. El lunes embarcaron rumbo a la encantadora isla de Batz, en la que montaron en bici y la recorrieron, alumnos y profesores, disfrutando del atractivo paisaje bretón. Por las tardes, terminadas las clases, disponían de tiempo libre. El martes, después de asistir a alguna hora de clase con sus compañeros, a profesores y alumnos se les hizo un recorrido por el centro escolar para explicarles su funcionamiento general y mostrarles las modernas aulas de los edificios, que recientemente habían sido reformados.

Para no romper con el protocolo de años anteriores, el miércoles, tras dar un paseo por el atractivo pueblo de Saint Pol de Léon y visitar su catedral gótica (todo un monumento histórico), tuvo lugar la calurosa acogida por parte del alcalde en el ayuntamiento, seguida de un piscolabis y la entrega de una bolsa con algunos regalos para todos. Después de comer, había que hacer alarde de la gastronomía bretona, por lo que a todos les esperaba el atelier de crêpes —taller de crepes—, con su posterior, y bien merecida, degustación. Y para despedirles el jueves, el profesor de artística no quería que marchasen de la región bretona sin conocer algo de las raíces celtas que todavía permanecen, así que repartió el abecedario y, tanto profesores como alumnos, escribieron sus nombres en letras celtas.

La felicidad que manifestaban los alumnos regresando a España dejaba claro que, una vez más, el intercambio había valido la pena y que todos se habían sentido como en casa gracias a la confianza cultivada ya de años anteriores.